El Abuelo
Tengo que darle las gracias a mi primo Dani, que a la vuelta de mis vacaciones me llamó para decirme que a ver si iba a ver al abuelo uno de esos días, que andaba bastante flojo y no estaba muy claro que le quedase mucho. Así que subí un sábado a Algete y allí andaba, bastante animado: echamos unas manos al chinchón y, mientras barajábamos, el abuelo tamborileaba con los dedos sobre la mesa esperando su mano. La verdad es que le ví bastante bien, con cierta energía, aunque viviese pegado a la máquina de oxígeno (la máquina que hace ping). Nada que ver con lo que me contaba Dani, que había días que tenía mal color, y se quedaba dormido en medio de una conversación.
Se murió esa misma noche. Supongo que esa última tarde fue su canto del cisne. Murió de madrugada, tranquilo mientras dormía, después de haber pasado un rato entretenido con sus nietos; no es mala muerte. Me alegro de haber estado allí.
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