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golpes bajos

La herida (II)

If Psyche had not held me by the hand I should have sunk down. She had brought me now to the very edge of the pool. The air was growing brighter and brighter about us; as if something had set it on fire. Each breath I drew let into me new terror, joy, overpowering sweetness. I was pierced through and through with the arrows of it. I was being unmade. I was no one. But that’s little to say; rather, Psyche herself was, in a manner, no one. I loved her as I would once have thought it impossible to love, would have died any death for her.

(Si Psyche no me hubiese sujetado la mano me habría hundido. Me había traído ya hasta el mismo borde del estanque. El aire se hacía ahora más y más brillante a nuestro alrededor; como si algo lo hubiera incendiado. Cada bocanada dejaba entrar en mí nuevo terror, alegría, dulzura sobrecogedora. Estaba atravesada de lado a lado con sus flechas. Me estaba deshaciendo. Era nadie. Pero eso sería decir poco; más bien, la misma Psyche era, de alguna forma, nadie. La amaba como nunca habría pensado que es posible amar, habría muerto cualquier muerte por ella)

C.S. Lewis

Hace unos días copié aquí un pasaje de Siddhartha. Hacerlo hoy tendría incluso más sentido. Pero no es difícil encontrar más ejemplos. Por algo será.

Hay heridas que no lo son. Que no duelen, sino que son dulces, son puro éxtasis. Un gesto, una mirada, pueden hacer que el tiempo se detenga y el mundo deje de girar, sumergiéndonos en esa imposible eternidad, tierna y delicada.

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