Muerte de un Ciclista Motorista
La imagen del satélite de Google Maps es antigua. Es la incorporación de la vía de servicio a la A-1 en el kilómetro 24, nada más pasar Algete. Hoy existe una vía de servicio a cada lado de la autopista, de forma que la del lado derecho se ha convertido en una vía rápida de dos carriles, ambos en sentido Burgos.
El sábado, un motorista de 48 años, perdió la vida en este lugar. Iba por la vía de servicio, bastante rápido, supongo, pero no como para haber causado nunca un accidente. Un Passat gris salió de la autopista, y bajando la velocidad hasta casi detenerse, como si fuese un cruce, trató de atravesar la vía de servicio de lado a lado, perpendicularmente, para llegar a un caminito que llevaba a un restaurant, o a una finca, quién sabe. El motorista casi no tuvo tiempo para frenar. El conductor del coche no debió ni verlo. LLevar tapadas las ventanas de todo el lateral derecho con una tela, para evitar el calor del sol, no debió de ayudar, desde luego. La moto impactó de lleno, frontalmente, contra la puerta trasera del coche. El piloto y la moto, o lo que quedaba de ellos, salieron despedidos en un salto imposible por encima del coche. Por la fuerza del impacto, el Passat dió a su vez un trompo de varias vueltas, hasta clavarse en el quitamiedos del lado derecho de la vía de servicio.
Cuando llegamos a su altura, los dos ocupantes del coche, un cincuentón de pelo blanco y polo rosa, y su mujer de collar de perlas y gata blanca en los brazos, salían confusos pero ilesos del coche. El motorista estaba tendido sobre el asfalto. La moto estaba reventada. Parte del depósito había saltado, dejando a la vista las entrañas de la máquina; la gasolina fluia libre sobre el asfalto. Llamé a urgencias. El motorista estaba inconsciente. Rondaría los cincuenta. El casco, roto por varios sitios, todavía le cubría la cabeza. Llevaba vaqueros, camiseta negra, botas de cowboy y un pañuelo de confederado al cuello. Maś tarde le decubriríamos también algún tatuaje y piercings en los pezones. Todavía respiraba. En los diez o quince minutos que tardó en llegar el SUMMA, no nos atrevimos a tocarle, como dicen los manuales, por no producirle una lesión medular irreparable. La UVI móvil tardaría un par de minutos más. Alguien pidió una bala de oxígeno, en la parte de atrás de la ambulancia. En un par de minutos me encontraba sujetando el goteo de suero, rodeado de sanitarios que trataban denodádamente de salvarle la vida a aquel hombre. Había dejado de respirar, y no tenía pulso. La obstrucción de las vías respiratorias quedó patente cuando empezaron a hacerle la reanimación. Mientras yo sostenía la bolsa de suero, la vida se le iba escapando a borbotones por la boca, según le comprimían y descomprimían el pecho, en forma de sangre y trozos de pulmón.
-¿Tiene alguna posibilidad?
-No. Seguimos con la reanimación porque nunca se sabe, pero tiene todo el lado derecho del tórax reventado por dentro.
Pregunté si podríamos haber hecho algo, de no ser tan profanos, en esos primeros diez minutos, para salvarle la vida. No, su cuerpo no daba más de sí. Tenía el pulmón colapsado, los traumatismos eran tan graves que no le permitían seguir viviendo. Después de unos cuarenta minutos eternos, los de los servicios sanitarios se dieron por vencidos. Estos hombres y mujeres son héroes. Por cada vida que salvan Dios sabe cuántas perderán, y en qué horribles condiciones. Pero no cejan.
Le deseo al conductor del Passat muchos años de carcel para reflexionar sobre las imprudencias temerarias. A su mujer, muchas noches sin dormir pensando en por qué nunca le dijo nada a su marido por hacer esas pirulas.
Desde hoy, llevo casco.
(Cómo lo vió Laura, en su blog )
3 comentarios
ricardo -
Taisir, ponte la web
T. -
La U -
Uff, mi versión es menos detallista, y lo de las botas de cawboy, aunque fue de lo que más me llamó la atención, no tenía dodne meterlo.
Curioso hombre, y horrible escena...